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Los sueños, sueños son.

Anoche tuve un sueño, en él me encontré con personas con las que no tengo contacto hace mucho tiempo.

  
Soñé que paseaba de noche por Cusco y entraba a un restaurante desconocido, me senté y pedí una Coca Cola, cuando levanté la mirada vi en una mesa lejana a una pareja de amigos de mi época universitaria. En aquél entonces ellos eran enamorados, luego se casaron y tuvieron un hijo. Decidí no acercarme ya que parecían estar disfrutando el momento. Cuando volví a mirar el chico era otro, también compañero de la universidad. Me sorprendió pero al instante desapareció y regresó el enamorado oficial que increpaba a la muchacha el estar hablando con el otro chico. Se volvió violento, agresivo así que decidí intervenir, me acerqué y le dije a ella que venga conmigo, me miró y me dio la razón. En ese mismo instante apareció de la nada un amigo a quien quiero mucho, no lo veo casi nunca porque se fue a vivir a otra ciudad, era un buen compañero de la universidad.
En fin, apareció y me dijo » no te metas, estos pelean siempre » y salimos del local. Ya se iba asomando el alba y yo pensaba en lo tarde que se había hecho, pero él, astuto como es me, dijo «conozco un atajo, llegaremos super rápido». La verdad es que no tenía ni idea de a dónde íbamos pero caminamos y nos divertimos como lo hacíamos cuando eramos más jóvenes. Entramos a una especie de pasadizo, el lugar me resultaba muy familiar, le decía que yo conocía ese sitio y él me decía que seguro que sí. Veía gente que había conocido en trabajos antiguos y salíamos de salones con muebles que vi alguna vez. 

  
También vi a alguien que me miró directamente a los ojos y era muy parecida a mi, me sonrió y yo me sorprendí.
Seguimos caminando, subimos una escaleras y pasamos por una ventana desde donde se veía un comedor, oí mi nombre, me volví para ver y era uno de mis tíos que estaba sentado a la mesa. Me acerqué y vi a mi abuela paterna tumbada en una cama pequeña junto a la mesa, estaba al ras del suelo. Me senté, coloqué su blanca cabecita en mi regazo y ella comenzó a hablar con esa lucidez que la caracteriza, me recordó ser siempre buena, me habló de mis hijas, de mi abuelo a quien nunca conocí y me sujetó la mano, la acercó a sus labios y se despidió de mi.
Me puse de pie, me despedí de mi tío con un beso y salí de aquella habitación. Fuera esperaba mi amigo que me dijo: «mira ya es de día, ahora si es tarde».
Y como me dijo alguna vez una gran amiga «Los sueños, sueños son».